08 junio 2017

El tiempo me genera dudas, pero también sana mis heridas. 

27 marzo 2017

Altísima

Leí una frase de un escritor no tan famoso
que dice que para vivir plenamente tenés 
que dejar ser y aprender a soltar.

Me inscribí al gimnasio,
leí Coelho, Shakespeare y Risso.
Me corté el cabello diferente,
me dejé la barba, la recorté y
la volví a dejar crecer.

Te dediqué algunas cuantas notas
de esas del celular.
Escribí sobre vos y para vos,
pero nunca leí en voz alta.

La primera vez que dormimos juntos
no pude dormir.
De vez en cuando te veía, y sentía
tu respiración profunda chocando contra mi pecho.

Desde que estamos juntos duermo mejor,
me levanto más temprano,
empecé a bañarme con agua caliente,
tengo una mejor postura,
aprecio más los detalles,
me enamoro de ellos,
los detalles me recuerdan a vos.
Sos mi detalle favorito.

Siento que somos compatibles,
que quizás esto estaba armado,
destinados a conocernos,
en algún libro fue escrito que nos íbamos a topar
por coincidencias de la vida
e íbamos a ser dos iguales que aman el olor
del pan recién hecho.

Encontré en vos un lindo refugio
donde la lluvia no me moja.

Y eso que sin vos todo iba bien;
tenía ratos de lectura, una buena película
domingo de por medio.
Buenos amigos, buenos recuerdos, buenas comidas,
fútbol los fines de semana y a veces hasta anotaba.

Si esto fuera un experimento, de esos que graban
en vivo para entretener a los gringos, pediría
una libretita donde pueda contar las veces
que te hago reir con el simple hecho
de decirte que amo que existás.




21 enero 2017

Alguna vez te quisieron de verdad

Hace cuatro meses y doce días que mis días no son días y mis noches, como verás, se vuelven días. 

Paso espiándote en Whatsapp para ver si esa palabrita anglosajona salta a relucir al lado de tu nombre, qué lindo nombre que tenés por la putísima. 

Me duele el corazón.

Los lugares a los que íbamos, bueno, yo ya no los frecuento más, me duele "acá" cuando pienso en ellos.

No me meto a tu Instagram a ver qué estás haciendo porque te conozco y sé que a lo mucho subiste dos fotos desde que dejamos de hablar y eso me hace pensar que de verdad la estás pasando bien. 

Tiendo a suprimir tu ausencia viendo series en la televisión, preferiblemente si son dobladas al español, diez puntos extra si son de los 90. 

Si pudiese te llamaría en este momento y te pediría que, por favor, me devolvieras todos los juegos de mesa que dejé en tu casa, pero igual con nadie puedo jugarlos y con los que sí, no harían más que preguntarme por vos. ¿Por qué todos quieren saber de vos? Todos menos yo, yo no quiero saber cómo estás, pero ¿Cómo estás? 

Te extraño más por las tardes que por las noches. 

Tengo aún el libro que me prestaste y a veces pienso en vos cuando veo todos esos apuntes que le hiciste al ladito de cada página y el subrayado con marcador rosa. 

Te extraño en las noches también.

Aun no borro nuestra última conversación. Me gusta ver de vez en cuando ese último "te quiero, Lu". Quiero creer que aún lo pensás, que aún me lo dirías sin titubear. Yo también te quiero. No lo puse en ese último mensaje, pero no por eso no lo siento. 

Quisiera que nos topáramos en algún centro comercial, que estuvieras de la mano con alguna nueva novia y que me la presentés amablemente, pero que después de saludarnos, una vez en tu casa, consumido por la soledad, pensés en que ella nunca va a ser como yo, que ella no soy yo, pero que ese es, curiosamente, su mejor atributo. Ella no soy yo.

Te extraño cuando me levanto. 

Sé que en un tiempo voy a estar mejor, me lo dicen las miles de frases que veo en internet todos los días. Las mismas que mis amigas me mandan seguidas por un "Fuerza amiga, es un tipo más", sí, sos un tipo más, mi tipo favorito, el más lindo de todos los tipos.

Me gustaría que, me enviaras un mensaje invitándome a tu casa.  No iría igual, digo, si me lo mandás en este momento, estoy en casa, con una pijama que no es bonita, no me lavé el pelo hoy, además tendría que pensar en qué ponerme. Te diría, "hola, me gustaría que nos viésemos pero hoy no es el día,  me cortaron muy mal el pelo, chau". Entonces vos te recordarías el porqué no estás más con una persona que ronda sus 26 pero con actitudes de muy 17. 


08 diciembre 2016

Me extraña Buenos Aires


 Te extraño. Extraño cada pieza que te llevaste de este departamento. San José no sabe ni se ve igual si no lo veo caminando con vos, a mi lado, de la mano, como dos adolescentes que saben todo menos de amor. 

¿Sabés por qué sé que te extraño? Porque por las noches pienso en vos un rato antes de irme a dormir, porque al departamento le nació un eco producto del vacío de muebles, porque los domingos no quiero levantarme tarde, nada me ata a la cama más que la melancolía de saber que si salgo a la cocina ni el gato me espera, nadie me espera. 

Extraño cada cosa que me diste y las que me diste de a pocos, a esas las extraño más. Tu música de 1990, el olor de tu pelo, del perfume que perduraba aún después de un largo día lleno del smog de las avenidas sucias, la gente sudada, el transporte público deplorable, aún así seguía intacto tu olor maravilloso, a frutos rojos. Me encantan los frutos rojos. 

Si me decís que lo que siento es la vaga idea de extrañarte porque lo que abunda en mí es la soledad, te digo que no es cierto. ¿Cómo sabés que no extraño cada partícula dañada de ese cuerpo absurdo? Te extraño a vos y a toda tu esencia, tus lunares que formaban constelaciones y la marca de nacimiento que tenés en la espalda. Te digo que te extraño, la soledad abunda, es verdad, pero por consecuencia de tu abandono. 

No quiero sonar poeta, ni decirte que cambiaría si volviésemos. Sigo juntándome todos los jueves con mis amigos y hablamos de mujeres, birras y mucho fútbol. Todavía dejo los restos de comida en el lavadero, me cuesta dormir con todas las luces apagadas, desperdicio mucha agua antes de bañarme, no duermo antes de las 22:00, no he dejado de fumar, ni el café, ni mucho menos aprendí a lavar mi ropa dividida por colores. Aún no entiendo mucho del periodo femenino y sigo idealizando a la mujer perfecta de piernas largas y cintura chica. 

Hace más de un mes que no como bien, bueno a ver, cuando digo “bien” me refiero a que hace más de un mes no como ni una sola legumbre. Mi mamá me trae comida los sábados a veces, pero siempre que está acá en casa, no hace más que preguntar por vos, de una manera tranquila, medio desinteresada, pero en el fondo sé que te extraña mucho. 

Tengo aún tu pasaporte en mi mesita de noche, me hace sentir bien cuando lo veo, creo que siento que al tenerlo, te tengo cerca, es decir, que no te vas a ir un día a vivir a otro país para siempre, bah unos meses lo más, sé lo mucho que te asustan los cambios y creo que te comerían viva en otro lugar que no sea este charquito. 

Entro a la sala y lo primero que veo es la alfombra que compramos en aquella tienda americana que nos recomendó tu tía. Me hace extrañarte una alfombra, ¿te das cuenta lo mal que estoy? Todo me afecta más de lo que debería.


Pronto vuelo.  



29 noviembre 2016

Cosas que pasan, me pasan, nos pasan.

Hace más de un año tengo la misma cantidad de amigos en Facebook.

Tengo una extraña afición por cortar las noticias con faltas de ortografía que salen en el periódico todos los domingos, digo domingos porque es el día donde más noticias salen y más apresurados estarían todos en la sala de redacción el día anterior.

No sé manejar un carro de marchas y no creo que vaya a aprender nunca porque no conozco a nadie que lo haga y eso, en cierta parte, me hace sentir triste, es como usar una cámara en automático, no podés decir que sabés usar una cámara si lo hacés en automático, no podés decir que sabés manejar si solo lo hacés en automático.

No le tengo miedo a las alturas, pero cuando estoy en algún lugar muy alto con alguien que sí les tiene miedo, inmediatamente siento miedo, siento que esa persona me puede empujar y acabar con mi vida en el tiempo que dure en llegar al piso.

Escucho música triste para sentirme bien, pero igualmente sigo sintiéndome triste, así que no me ayuda en nada, de igual forma lo hago. Tengo que dejar de hacerlo.

A mis amigas nunca les cuento sobre nadie que me gusta, porque creo que si les cuento van a contaminar el panorama y me van a hacer tomar decisiones que yo nunca hubiera resuelto. Les cuento a veces sobre algunas cosas e invento otras solo para no sentirme tan mal cuando la respuesta no me conviene.

Cada vez que alguna canción me recuerda a alguien y ya no hablamos, dejo de escucharla hasta que ya no sienta nada y se vuelva a convertir en mi canción favorita.

Hay una canción que guardé para ponerla el día en que me case, no sé si me voy a casar, no sé si quiero, en el fondo creo que sí, pero la gente que se casa me da miedo porque se vuelve uno solo con el otro y me da mucho miedo convertirme en algún idiota sin personalidad que dice que me quiere, pero a los dos años me es infiel con su nueva instructora de yoga, además no quiero casarme con alguien que quiera hacer yoga.  La canción no se la digo a nadie que me guste, porque por alguna razón siento que pueden apoderarse de ella. Es una gran canción.

Me asusta la gente y lo comprometida que es con muchísimas cosas, en cambio yo, no tengo compromiso alguno con nada más que lo que pueda interesarme en el momento.

Nunca aprendí a tocar un instrumento, no sé más de tres idiomas, me cuesta muchísimo concentrarme, nunca me aprendo la letra de las canciones, canto mal, hablo rápido,  a veces creo que soy disléxica y al pensarlo me asusto, pero luego se me olvida hasta nuevo aviso. También creo que tengo un sin fin de muletillas, decir tu nombre es una de ellas.

Te mencioné esporádicamente en una conversación.

Me enamoro al menos dos veces a la semana de los perros que veo en la calle.

No entiendo de fútbol.

Hace más de tres meses dejé de revisar mi correo y siento que debo de tener miles de suscripciones a las miles de cosas que me suscribí y nunca más volví.

No tengo muchas amigas porque creo que  las mujeres me dan miedo, me intimidan. Me gustaría que hubiesen más mujeres como yo.

No entiendo nada de amor y tampoco sé si amé realmente alguna vez,  pero me gusta creer que sí porque lo que siento cuando me gusta alguien es increíble tanto así que me gustaría que fuese tangible y  poder guardar ese sentimiento en uno de los cajones de mi escritorio y que nunca se pierda, nunca perderte.

Me asusta la idea de llegar a morir sola, por eso a veces pienso en tener hijos, no es solo por esa razón que quiero tenerlos, pero creo que sería lindo no morir solo.

A veces te extraño cuando llego a mi casa y la soledad me invade porque se mezcla con el silencio tajante de la habitación vacía.

Me pasa que nunca conservo nada de mis relaciones pasadas. He botado lapiceros, cartas, ropa, camisas de equipos de fútbol que nunca seguí, libretas, he botado tantas cosas de las que, tiempo después, creo que me arrepiento de haber desechado.

A veces nos extraño mucho. Tanto que son esos días en los que me gustaría sacar ese amor tangible del que hablo, el que me hubiese gustado guardar en un cajón de mi escritorio, sacarlo, pegarlo a mi pecho y que me caliente un poquito para poder dormir.

Me quedé muchas veces esperando un mensaje que no llegó.

A veces pienso muchísimo en todo y a veces no pienso en nada y es cuando repentinamente te cruzás por mi cabeza y me hacés preguntarme ¿Qué estarás haciendo? Te imagino concentrado haciendo lo tuyo, feliz en parte, triste por otro lado, me extrañás y te preguntás que qué estaré haciendo yo, en mi cabeza te respondo, te digo que pienso en vos.

Todos los días por mucho tiempo pensé en vos, un ratito eso sí.

Me hubiese gustado que adoptáramos dos gatos y llamarlos Jimmy y Kimmel.

Nunca termino una serie. Me cuesta aceptar el proceso de que algo termina y saber que una serie llega a su final de temporada y que voy a pasarme un año esperándola me provoca tristeza o angustia o ambas cosas en niveles muy bajos.

No soporto el tatuaje que tenés en el antebrazo derecho.

Te dije que te extrañaba al menos mil veces de las cuales la mayoría eran ciertas y las otras simplemente era la idealización genuina que me provocabas cuando me veías y sonreías.

Estamos lejos ahora. Yo encerrada en este monoambiente de no más de 45 metros cuadrados, una cocina vieja, un poster de Han Solo arriba de la mesita de noche, dos tazas para café y una calefacción que hace todo menos calentarme en este invierno frío. ¿Por qué no estás acá?