27 marzo 2017

Altísima

Leí una frase de un escritor no tan famoso
que dice que para vivir plenamente tenés 
que dejar ser y aprender a soltar.

Me inscribí al gimnasio,
leí Coelho, Shakespeare y Risso.
Me corté el cabello diferente,
me dejé la barba, la recorté y
la volví a dejar crecer.

Te dediqué algunas cuantas notas
de esas del celular.
Escribí sobre vos y para vos,
pero nunca leí en voz alta.

La primera vez que dormimos juntos
no pude dormir.
De vez en cuando te veía, y sentía
tu respiración profunda chocando contra mi pecho.

Desde que estamos juntos duermo mejor,
me levanto más temprano,
empecé a bañarme con agua caliente,
tengo una mejor postura,
aprecio más los detalles,
me enamoro de ellos,
los detalles me recuerdan a vos.
Sos mi detalle favorito.

Siento que somos compatibles,
que quizás esto estaba armado,
destinados a conocernos,
en algún libro fue escrito que nos íbamos a topar
por coincidencias de la vida
e íbamos a ser dos iguales que aman el olor
del pan recién hecho.

Encontré en vos un lindo refugio
donde la lluvia no me moja.

Y eso que sin vos todo iba bien;
tenía ratos de lectura, una buena película
domingo de por medio.
Buenos amigos, buenos recuerdos, buenas comidas,
fútbol los fines de semana y a veces hasta anotaba.

Si esto fuera un experimento, de esos que graban
en vivo para entretener a los gringos, pediría
una libretita donde pueda contar las veces
que te hago reir con el simple hecho
de decirte que amo que existás.