05 octubre 2016

A cinco minutos.

Estoy muy cerca de tu casa y me muero por pasar a visitarte. Entrar a tu apartamento y disfrutar del olor de esas velitas de canela que comprás a 2x1 en el supermercado. Que la luz tenue acentúe mi piel y tu perro venga a saludar. 

Quiero decirte que me quiero casar con vos aunque no crea en el matrimonio y nunca en mi vida fui a una boda. 

Te quiero dar la mano mientras veamos una película y que me hagás “así” en el pelo y tomar la siesta en el sillón de cuero de los mil almohadones.

Quiero poder decirte que vayamos juntos a desayunar, sin que suene a que es una cita.

Me gustaría llevarme bien con tus amigos y tratar de entender sus bromas malas y referencias a cerca de películas que nunca en mi vida vi porque el cine independiente no me va y "Mean Girls" nunca va a parar de ser lo mejor que le pasó a mis 18.

Decime, también, que te parezco más linda que ayer, decime más bien que soy la mujer más linda que viste, pero que tu mamá no cuenta. 

Dejame mandarte mil mensajes todos los días para saber cómo pasó la noche tu perro después de la operación de pata o si lograste solucionar la avería en la tubería de tu cocina. 

Podés burlarte mi poca capacidad de entendimiento sobre fútbol o cualquier deporte que nada más no sé. De mi motora fina, mi falta de equilibrio y la confusión que se me hace cuando hay que diferenciar entre derecha o la izquierda a cinco minutos de girar en el alto. 

Dejame abrazarte mientras lloro porque amanecí triste, porque el día se puso gris cuando hubo sol toda la mañana. Dejame abrazarte más que todo porque odio el sol y sudar frío y las noches calurosas que no me dejan estar en paz.

Dejate el pelo entre corto y largo, ese largo perfecto donde puedo enterrar mi nariz y olerlo y saber que estás ahí.

Sé que todo lo digo imperativamente, pero quiero que lo hagás así como te quiero tener a vos en este momento salvándome de esta fiesta de aniversario de mis abuelos. Los que se casaron después de la guerra del 48, esos que no se quieren más, pero aceptaron que son infelices uno sin el otro. (Te guardé un pedacito de tarta de frambuesas).

Quiero perderme en todos tus mensajes y releerlos hasta quedarme dormida. Poder responder sin pensar en que no pasaron ni 2 minutos desde tu última respuesta.

Decime que pensás en mí aún cuando tus acciones no lo demuestren y entonces me tenés ahí divagando entre copa y copa y lo único que viene a mi cabeza es el bendito "¿Pensás en mí?"

Quiero que vayamos al teatro todos los viernes por la noche a ver una obra mala que más que risa nos provoque lástima. 

Quiero poder escribirte buenos días, todos los días de la vida hasta que los mensajes de texto se vuelvan obsoletos y nos comuniquemos por telepatía.

Llegué a la conclusión de que todas te gustan y vos gustás de ellas y ¡qué poco me importa! Quiero gustarte a vos y que me digás que preferís tomar la siesta conmigo. Que tu perro quiera jugar conmigo, que me rompa los zapatos no me importa, que los dos sepamos la verdad absoluta, que nos encante escuchar Mozart en la cocina, que la vida nos pase al lado y verla sonriendo sin reprimirnos nada. La vida, Mozart, las que gustan de vos, tu perro y mis zapatos, tantas frases, tantas palabras que no puedo vocalizar porque te veo y no sé qué decirte porque me pierdo, me pierdo.

Preguntame, "¿te perdés cuando me ves?" Sí, te diría sin titubear.