23 agosto 2016

Al final no la deja, pero a mí sí.

Hoy es la quinta semana que amanezco sin ver un mensaje tuyo. Cuando logre levantarme de la cama y tenga todo el día libre para pensar en vos, me voy a acordar de la vez que fuimos de vacaciones a Barcelona y lo hermoso que fue haber compartido nuestro espacio tiempo siendo viajeros inexpertos que aman la aventura, pero aman más la pizza con anchoas. 

En la tarde voy a ir a ver a mis amigas, quienes me van a regañar porque les voy a pasar hablando de vos,  van a decirme que tengo que soltar y dejar ir lo que no me hace bien, que es necesario que deje de adjuntarle tanta importancia a alguien al que poco le importé, entonces yo voy a querer llorar y me van a dar ganas de mandarte un mensaje diciéndote que te vayás muy, muy a la mierda y... ¿vos? Vos vas a reafirmar que estoy muy loca por seguir con el tema cuando ya pasó suficiente tiempo.

Va a ser muy probable que en una o dos semanas conozca a otro tipo que me ayude a olvidarme de vos. Espero que no tenga un nombre bíblico o de novela de 1999. Quizás empecemos a vernos más seguido hasta que me diga que recién acaba de salir de una relación y que no está buscando nada serio y ahí vas a volver a mi cabeza y voy a pensar en lo mucho que te extraño. Él igual va a querer seguir saliendo conmigo, porque en parte, así como yo, él intenta sacársela de la cabeza y yo pienso que puedo ser quien lo haga olvidarse de ella, al final él me olvida a mí y volvemos al inicio de todo esto... vos. 

Pasan unos días donde batallo con mi yo interno que  me dice que no te llame. Veo fotos de amigos y sus perros, amigos y sus hijos, amigos músicos, amigos que quieren ser músicos, pero que necesitan un productor urgente; entonces aparece una foto tuya y yo me quiero morir, metafóricamente hablando por supuesto.

Pasan los días y entre tiempo y tiempo conozco a Martín. Nos cruzamos en una fiesta y me pide el número y yo se lo doy en un papelito, porque en el fondo espero que lo pierda y así no hacerme toda una película en la cabeza de porqué dijo que iba a llamarme y no lo hizo. Me llama, y me invita a que vayamos por un café, le digo que  no tomo café, le quiero cortar la conversación.

Pasan unos meses y el chico que conocí en una fiesta y yo seguimos saliendo. Llega el día donde me pregunta sobre vos y yo entro en una crisis existencial y termino llorando sobre hombro. No sé si son lágrimas de tristeza o de vergüenza, pero él intenta componerme y me trae unos pañuelitos para que me seque las lágrimas. Entonces terminamos él, yo y vos, de nuevo, en una misma conversación. 

Creo que estás saliendo con alguien, lo sé porque me metí a tu perfil cuando le prometí a mis amigas que iba a dejar de hacerme daño, creo que estás saliendo con alguien y no puedo decírselo a ellas,ni al chico con nombre bíblico, ni al que conocí en una fiesta, ni a mi psicólogo,  ¿sabés qué hice?
Te mandé un mensaje diciéndote que te fueras muy, muy a la mierda.

Y volvimos al principio de este círculo que me da vueltas tal ruleta rusa fuera, matame de una vez y ahorrame las ganas de escribirte otro mensaje.